lunes, 17 de mayo de 2010

Juan Pablo II, Discurso y Homilía: Jornada Mundial de la Juventud de Santiago de Compostela (1989)


Juan Pablo II, Discurso y Homilía: Jornada Mundial de la Juventud de Santiago de Compostela (1989)

El camino। Ésta es la palabra característica de este Encuentro Mundial de la juventud… ¿Qué buscáis, peregrinos?¿Buscáis a Dios? Hay algo todavía más importante: es Dios quien nos busca। Él nos sale al encuentro, en Jesucristo. Al igual que Él llamó a Santiago y a los otros Apóstoles, también nos llama a cada uno de nosotros: «Ven y sígueme». ¡Él es el Camino que nos conduce al Padre!… «Buscamos la verdad»… Os preocupa la contaminación del aire y de los mares. Pero, queridos jóvenes, también hay una contaminación de las ideas y de las costumbresque puede conducir a la destrucción del hombre. Esta contaminación es el pecado, de donde nace la mentira



«¿Qué es la verdad?», le preguntaba Pilatos a Jesús. La tragedia de Pilatos era que la Verdad estaba frente a él, en la persona de Jesucristo, y no era capaz de reconocerla. (…) A través de los siglos, gente de muchas ciudades y de muchas naciones ha venido en peregrinación hasta aquí. Han peregrinado los jóvenes para aprender junto a la tumba del Apóstol aquella verdad evangélica: «El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor»: elcriterio esencial de la grandeza del hombre. Este criterio es nuevo. Así fue en tiempos de Cristo y lo sigue siendo después de dos mil años… Este servicio no es un mero sentimiento humanitario.
Ni la comunidad cristiana una agencia de voluntariado. Un servicio de esta índole quedaría reducido al horizonte de espíritu de este mundo. ¡No! Se trata de mucho más. El servicio, al que todos somos llamados, se encuadra en el misterio de la Redención del hombre… ¡No tengáis miedo a ser santos! Ésta es la libertad con la que Cristo nos ha liberado. No como la promete el mundo: autonomía total, ruptura de toda pertenencia, que nos deja indefensos ante nuestros límites y debilidades, solos en la cárcel de nuestro egoísmo, condenados a la servidumbre de la corrupción. Por esto, pido al Señor que os ayude a crecer en esta libertad real.

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